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Axel Kicillof no quiere adelantar la elección, espera por Cristina Kirchner y se anota para otro mandato

“Axel fue, es y será cristinista”, sentencia una persona que comparte rondas de mate con el gobernador bonaerense cada día. Eso significa que el actual mandatario bonaerense signará su futuro a lo que determine la vicepresidenta de la Nación, su única jefa política.

La historia lo demuestra: el economista y profesor de la UBA llegó a representante del Estado en la empresa Techint de la mano de la entonces Presidenta y desde allí, escaló hasta ser su poderoso ministro de Economía de la Nación. Y luego, en 2019, candidato a gobernador bonaerense, cargo del que desplazó a María Eugenia Vidal.

Axel Kicillof tiene claro su deseo: ir por la reelección como gobernador, sin desdoblamiento. Ese es el Plan A -hasta el momento- del cristinismo. En esa definición, se conjuga la postulación a senadora nacional de Cristina Kirchner, quien finalizado su mandato como vicepresidenta, obtendría con seguridad una banca en la Cámara Alta. Pero ese escenario aún permanece abierto.

Kicillof había hablado, pocos meses atrás, de un plan de 6 años. Estos serían, los dos años que le quedan al mando de la provincia mayor de la Argentina, más cuatro de un eventual mandato más. Eso desató un verdadero Cabildo Abierto en el mundo partidario peronista donde cada intendente se cree con chapa de gobernar el vasto territorio bonaerense. Pero donde mayor ruido desató fue en el diálogo fluido que mantienen Máximo Carlos Kirchner y Martín Insaurralde. El jefe de La Cámpora tiene en su carpeta de análisis un posible desembarco en la poltrona mayor de la ciudad de La Plata y el intendente -en uso de licencia- de Lomas de Zamora no puede ocultar sus ganas de ponerse la banda de gobernador. Y ambos apuntan a “cargarse” a Sergio Berni, al que Kicillof aún sostiene.

Máximo Kirchner con Martín Insaurralde en Lomas de Zamora.

Eso, además, cobró bríos cuando después de las últimas elecciones parlamentarias -que perdió el Frente de Todos en el país y en la Provincia-, Cristina convocó a Axel a El Calafate y le comunicó una virtual intervención a su administración, con el inquieto Insaurralde como jefe de Gabinete, reportando más a Máximo que al mismísimo gobernador.

Allí, Insaurralde comenzó un verdadero raid de reuniones a toda hora: desde almuerzos hasta cenas con caciques comunales de toda la provincia y una asignación de recursos propias para los municipios que demuestran que tiene “lapicera”. Del otro lado, Kicillof se defendió montándole una estructura propia a Carlos Bianco, el saliente jefe de Gabinete que se quedó con oficinas y gente propia asesorando al gobernador en todos los temas. La no salida de “Carli” Bianco desagradó, tanto a Máximo como a la propia Cristina.

El avance de Kicillof en en Plan A de reelección sin desdoblamiento generó otras reacciones. Una, la de la actual vicegobernadora Verónica Magario, quien ya dice en la Legislatura provincial -donde tiene su despacho- que la fórmula Kicillof-Magario se repetirá. Pero cerca del gobernador -con un alto nivel de malicia- algunos ponen en duda que el distrito de La Matanza, de donde es oriunda Magario, siga teniendo el peso político que se le asigna. Y ponen como ejemplo el dato de que, mientras en toda la Provincia el porcentaje de vacunación contra el COVID alcanzó el 85/90%, en La Matanza apenas llegó al 70%. ¿Bajo nivel de vacunación en territorio matancero o cambió el peso demográfico del distrito donde manda el intendente Fernando Espinoza? Maldades electorales…

Axel Kicillof y Verónica Magario en un anuncio de la Provincia de Buenos Aires.

Pero la fuerte pelea por este plan es la discusión sobre un posible Desdoblamiento, esto es, que Buenos Aires se pudiera separar electoralmente de la elección nacional, como harán la mayoría de los gobernadores que no quieren atar su suerte a la pelea presidencial nacional.

Al día de hoy, Cristina no piensa en desdoblar. La ex Presidenta evalúa que tiene un 40% de votos en la Provincia y que eso le permite, que su candidato a gobernador gane (la elección de gobernador se gana por un voto, no hay balotaje) y que su idea de postularse como senadora nacional la muestre como una de las ganadoras de esa jornada.

Otro es el debate sobre quién sería el candidato o la candidata a Presidente por el Frente de Todos o el nuevo nombre que se elija para la coalición peronista para 2023. Un dato es clave: CFK no irá de ninguna manera a esa elección compartiendo boleta con Alberto Ángel Fernández. Y el elemento decisivo es que la boleta de senadores va pegada a la del Presidente, en la tira electoral.

Alberto Fernández con Kicillof y Massa tras la derrota en las elecciones legislativas 2019. Foto Emmanuel Fernández

Allí, aparece entonces la discusión que plantea el cristinismo: que Alberto se baje, en breve, de su deseo de competir en unas PASO para Presidente. Eso allanaría la pelea interna -para los K- y abriría el juego de las Primarias para Wado De Pedro o el mismísimo Sergio Tomás Massa. Pero en la Casa Rosada saben que esa determinación sería la definitiva rendición presidencial.

Volviendo a la Provincia, Kicillof mantiene una relación “de convivencia” con Alberto Fernández y, como contó Ignacio Ortelli en Clarín, con serias diferencias en el rumbo económico. Y sostiene, a diferencia de la mayoría del cristinismo, que la gestión nacional debe mejorar pues “si al Gobierno nacional le va mal, no hay chance de ganar en 2023”, como se lo escuchó decir en La Plata, resignado, al mandatario que aspira a cuatro años más dirigiendo los destinos de la provincia más grande del país.

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